Escrito por: David Quammen
La Península de Kamchatka, en Rusia, tiene algunos de los ciclos de desove de salmón más ricos en el Pacífico, lo que da sustento a animales y comunidades. Hoy los peces necesitan ayuda.La Península de Kamchatka, escabrosa y remota, es una vasta cuchilla de tierra que se clava en dirección suroeste en los helados mares de la parte continental del noreste de Rusia. Su costa es dentada como el filo de una daga de obsidiana. Sus tierras altas se elevan en picos volcánicos, surcados por la nieve en el verano, y en crestas de rocas grises. Sus laderas están tapizadas de verdor boreal. Es un lugar salvaje en el que los osos pardos y los pigargos gigantes se nutren con una dieta rica en peces grasos. Cerca de 350 000 personas habitan el krai de Kamchatka (su nombre oficial como región gubernamental), quienes también dependen en gran medida de los peces. De hecho, no se puede entender Kamchatka sin considerar un género extraordinario: el Oncorhynchus, que abarca las seis especies de salmón del Pacífico.
Aunque, por otra parte, también se puede decir que no es posible entender la situación y las perspectivas de los Oncorhynchus sobre la Tierra sin considerar a Kamchatka, ese espacio secreto en el que al menos 20 % de todos los salmones silvestres del Pacífico va a desovar.
Más grande que California, la península tiene aproximadamente 300 kilómetros de carreteras. Petropavlovsk-Kamchatsky, la capital, está en la costa sureste, donde se encuentra la mitad de la población. En una bahía protectora se construyó la base de submarinos nucleares Rybachiy, la mayor de Rusia, alrededor de la cual la ciudad creció durante la era soviética, cuando toda la península era una región militar restringida. Viajar al resto de Kamchatka es difícil si no se tiene acceso a un helicóptero Mi-8. Sin embargo, existe una modesta red de caminos de grava, y uno de ellos serpentea corriente arriba a lo largo del río Bystraya, entre la Cordillera Central del sur, hacia el criadero de salmones de Malki, un complejo de edificios bajos rodeados de árboles.
Las operaciones del criadero se iniciaron en Kamchatka en 1914, en el ocaso de los zares, pero las instalaciones actuales se establecieron hace apenas tres décadas. En una sala cerca de la entrada alguien colocó un cartel con una leyenda en ruso que declaraba: “La naturaleza creó Kamchatka como si su único fin fuera la reproducción del salmón”. Eso suena como un mito fundador; sin embargo, el cartel enumeraba algunos factores nada míticos: prácticamente no hay permafrost, la lluvia es abundante y la canalización de las aguas de lluvia es buena y constante. Además, debido a que Kamchatka está aislada de los sistemas de ríos continentales, sus corrientes están relativamente libres de otras especies de peces de agua dulce, lo que permite que las de Oncorhynchus tengan poca competencia y pocos depredadores. El cartel tenía razón, desde un punto de vista físico y ecológico: es el paraíso del salmón.
Desafortunadamente, esos no son los únicos factores que intervienen. La tambaleante economía postsoviética de Kamchatka, las decisiones administrativas de las pesquerías (y las políticas que hay detrás de ellas) y la forma en que esas decisiones se ejerzan determinarán el destino de los desoves de salmón de Kamchatka, llevándolos a un futuro que se encuentra entre dos extremos. En un tiempo relativamente corto, quizá 10 o 20 años, la frase “salmón de Kamchatka” podría ser sinónimo de una buena administración gubernamental de recursos y un paradigma ecológico que reflejaría el mayor éxito en la historia de la gestión de pesquerías; o bien, la frase podría conmemorar la oportunidad de conservación más triste e innecesariamente desperdiciada de principios del siglo XXI. Pensemos en el lagarto americano o en la paloma migratoria. La moneda está en el aire.
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